viernes, 11 de noviembre de 2016

Evaluando proyectos

Como es lógico, tratándose de una actividad de formación, llega el momento de las notas.  En este caso el artefacto TIC que he diseñado en el apartado anterior es el que va a ser objeto de evaluación.
Lo primero que he tenido que hacer ha sido elaborar una especie de dossier explicando el contexto y el proceso en el que se desarrolla la actividad a la que se aplica el artefacto.   Para ello se puso a mi disposición una plantilla con unos apartados que, desde luego, ayudaban bastante a organizar bien las ideas a exponer.
Para valorar el proyecto se recurrió a la coevaluación.  Básicamente consiste en que cada uno de los alumnos valore el trabajo de varios de sus compañeros, escogidos de forma aleatoria.  Esto proporciona una gran utilidad, ya que, si se hace con la necesaria rigurosidad, va a ser excrutado con los ojos de un igual, con lo que su opinión acerca de tu trabajo no solo será profesional, sino que aportará probablemente ideas nuevas y críticas constructivas con las que mejorar lo que hayas hecho.


Así, yo he recibido la valoración (anónima) de varios colegas al tiempo que he evaluado el trabajo realizado por otros tres de ellos. 
Como ya he dejado entrever, la principal utilidad que le encuentro a la coevaluación es el poder recibir una retroalimentación muy interesante sobre tu proyecto, mientras ayudas con tus ideas y sugerencias a otros compañeros en los suyos (y, por qué no decirlo, de paso le echas un ojo a formas de trabajar diferentes, a ideas que a ti no se te han ocurrido, a herramientas que desconocías, a artefactos que puedes adaptar a tus necesidades... Vamos, que puedes aprender de todo y de todos a poco que te lo plantees).
En mi caso particular, los proyectos que tuve que evaluar me permitieron precisamente eso, ver otras ideas que yo no había barajado para trabajar, incluso alguna forma de organizar el tiempo especialmente interesante.  Y de las valoraciones recibidas, además de la agradable sensación de que te reconozcan tu trabajo como bueno, algunas sugerencias para retocar pequeños aspectos y conseguir una experiencia más completa.
La cuestión ahora es: ¿ha servido de algo todo esto?  Han sido varias semanas de trabajo duro, de asimilar conceptos, de ver nuevas perspectivas, de pensar cómo rediseñar lo que vienes haciendo y cambiar tu forma de entender y de impartir las clases para transformarlo en una experiencia atractiva y que rompa la barrera que muchas veces aparece entre profesores y alumnos y que impide que éstos adquieran todos los conocimientos que pueden necesitar en su vida futura.  ¿Y para qué?  ¿Realmente voy a utilizar lo que he aprendido en este curso en el día a día de mis clases?  Bueno, esta pregunta es fácil de contestar, sí que lo voy a utilizar, si está a mi alcance.  Redefino la pregunta: ¿Realmente estoy en condiciones de utilizar lo que he aprendido?  ¿Es suficiente?  ¿Me siento capacitado para voltear mis clases? 

Pues creo que "sí, pero...".  Sí puedo utilizar lo que he aprendido, puede ser suficiente para comenzar a experimentar y dar la vuelta a mis clases, y creo que estoy capacitado para ello, porque he aprendido a verlo desde la perspectiva adecuada, a planificar, a darle un significado a todo lo que programe, y a evaluarlo convenientemente.  Pero... esto solo es el principio.  La profesión docente, si por algo se caracteriza, es por no permitir el inmovilismo.  Si siempre haces lo mismo, quedas anticuado y desfasado de forma rápida.  Y no me refiero solo a contenidos, sino también a procedimientos.
Estamos en una sociedad completamente digital, formas de trabajar y de conseguir los objetivos que hoy nos parecen tan normales hace apenas un lustro casi ni se podían entrever.  La tecnología evoluciona a un ritmo vertiginoso, y es constante la aparición de nuevas aplicaciones, utilidades, ideas, que cambian nuestra forma de ser y estar.  Y si realmente queremos formar a nuestros alumnos para ser buenos ciudadanos (y en mi caso, en formación profesional, buenos trabajadores en su actividad laboral) no tenemos otra opción más que actualizarnos e implementar en nuestra tarea diaria esas formas distintas de comunicar y comunicarnos.
Por eso digo que solo es el principio.  Es suficiente para empezar, pero no es suficiente para continuar, pues se trata de un proceso sin fin, siempre habrá más posibilidades, más alternativas, mejoras a aplicar...  Cuando uno es mínimamente perfeccionista y además procura hacer las cosas lo mejor que puede y sabe, por decencia personal y profesional, nunca deja de lado el perfeccionamiento de sus capacidades.  Creo que todos los que hemos participado en este curso somos un claro ejemplo, si no fuese así no nos hubiésemos molestado (ni nos hubiese importado lo más mínimo) en enrolarnos durante estos dos meses en esta aventura.   

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